Construir una nación dedicada a convivir

Si España hubiese sido mínimamente culta con la Constitución liberal de 1812 hubiese bastado para instaurar la paz social necesaria para construir una nación dedicada a convivir y no a destruir.

La Constitución de 1812 se convirtió en el hito democrático de España (y de todo el mundo) de la primera mitad del siglo XIX, transcendió a varias constituciones europeas e impactó en los orígenes constitucionales y parlamentarios de la mayor parte de los estados americanos durante y tras su independencia. La Constitución de Cádiz de 1812 provocó limitar el poder de la monarquía, la abolición del feudalismo, la igualdad entre peninsulares y americanos y finalizó la inquisición.

Constitución de Cádiz 1812

Acabaron con ella los dos grandes procesos imperialistas violentos y liberticidas que han estado causando tantísimo dolor y muerte en el planeta, el imperialismo absolutista monárquico-católico-feudal y el socialismo en sus tres vertientes revolucionarias: comunismo, nacional socialismo y anarquismo. En España el socialismo fue siempre desde el origen revolucionario y violento, con un objetivo claro de alcanzar el poder como fuese necesario, tanto el PSOE como el PCE fueron desde su fundación prosélitos prosoviéticos, y caminaban de la mano violenta y con el aliento de la revolución rusa. Nunca hubo socialdemocracia en España no violenta como en Inglaterra o en Alemania. Las pantomimas republicanas del siglo XX, tan añoradas por los ignorantes, fue la puesta en escena de una contienda que acabó en una guerra civil inevitable por la incapacidad de eliminar y enterrar los fanatismos y el dogmatismo, y también por la incompetencia para construir con orgullo y tolerancia una nación dedicada a crecer y no a destruir. Hubo un ganador, lo tenía que haber, y el que hubiese ganado, necesariamente se convertiría sin lugar a dudas en un dictador, soviético o católico. Y ahora aún continúan muchos, con la torpe y mala poca vergüenza de alabar a unos y condenar a otros. No hubo nadie sabio ni bueno. 

Hace ya mucho tiempo, fui con sorpresa testigo de la transmutación de un régimen dictatorial heredero de la guerra civil a un régimen democrático en España, en los años setenta del siglo pasado, y en el proceso, la prensa y los medios informativos en general, hicieron un gran papel, probablemente sin ellos no hubiera sido posible. Lo recuerdo con orgullo, y periódicos como el País, entre otros muchos, fueron líderes a favor de la causa; España se había vuelto sabia, civilizada, tolerante, culta y con afán de crecer. Hoy, estoy viviendo el fenómeno contrario. Gran parte de la prensa y los medios informativos, como todo el grupo PRISA con el País y la Cadena Ser a la cabeza, están apoyando la transmutación de un régimen medianamente democrático a una nueva dictadura, aunque todas las dictaduras son iguales, ahora va de signo contrario. 

Ha vuelto el bestialismo a la política y al relator. Observo con estupor el asalto al poder de la facción socialista, aplastando las reglas básicas de una democracia que tanto ha costado construir. Y lo más dramático, tienen comprado a un relator de su ignominia, sin el vocero no se podría implantar en una democracia un régimen absolutista. Las medidas antidemocráticas requieren de una buena capa de barniz para que resulten presentables. El viejo PSOE-PCE vuelve a sus orígenes, el periodo de socialdemocracia de Felipe González, que permitió la convivencia y el perdón, ha finalizado. En democracia cualquier partido radical y absolutista, y el amasijo PSOE-Sopa de letras comunista lo es, revelaría sin que alguien los maquille y los blanquee, sus verdaderos planes, aquellos que persiguen su descarado privilegio, su completo acceso al poder en detrimento de los intereses de la mayoría. Para hacer la ignominiosa labor cosmética tenemos a la prensa del partido, que como “elogio de la tropelía” ayudará a sostener su gran mentira, diciendo que no es lo que ven nuestros ojos. El Gobierno nunca reconocerá que la reforma de la ley del Consejo General del Poder Judicial pretende incrementar su control de la judicatura, o que la creación del Ministerio de la Verdad pretende el control y la censura, como tampoco lo hará su prensa afín, estos son simples ejemplos de lo que está pasando; el proceso lleva ya mucho tiempo. 

La transformación ha sido lenta pero efectiva, y de esta manera, llevamos maquillando un golpe de Estado desde que Zapatero lo inició claramente durante su último mandato. El PSOE ya decidió en 1985 que el Consejo del Poder Judicial fuese elegido por el legislativo, eliminando su anterior sistema, mucho más independiente de elección por los propios jueces, fue un movimiento tímido pero premonitorio de la idiosincrasia de esa formación política, la intervención y el control asfixiante por parte del Estado de la vida de todos, mermando a los ciudadanos libertad y poder adquisitivo. Lo que es absolutamente evidente no lo está viendo la crédula mayoría, que piensa que los que acceden al poder lo hacen por amor al prójimo. Para desgracia de España, dentro de poco esta nación dejará de ser una democracia, si continuamos por este camino totalitario. Solo hay un objetivo: construir una nación dedicada a convivir.